Al intervenir en ese paisaje, los cultivadores urbanos y sus aliados deben comprender que cuando la tierra es barata, lo es por una razón. Un terreno baldío que podría ser un emplazamiento asequible para una granja urbana tiene casi invariablemente una complicada historia social y medioambiental que está inscrita tanto en el propio suelo como en el barrio en el que se encuentra. Cuando el suelo urbano se pone a disposición gratuitamente o a muy bajo coste, puede deberse precisamente a que está situado en barrios desinvertidos que albergan a residentes que históricamente han sido excluidos de los recursos y las oportunidades debido a su raza. Es más probable que estos barrios hayan estado sometidos a la contaminación del aire, el suelo y/o el agua. Así pues, los cultivadores y sus aliados que buscan terrenos asequibles para granjas urbanas deben comprender y respetar las historias sociales y medioambientales de su ciudad.

La historia de los reformadores sociales y sus estrategias forma parte de esta historia. Los cultivadores urbanos no son las primeras personas que llegan a los barrios de bajos ingresos con emocionantes proyectos de reconversión y las mejores intenciones. (Esto no quiere decir que todos los cultivadores vengan de fuera del barrio; de hecho, puede haber aspirantes a cultivadores dentro del barrio con menos acceso a la tierra y al capital que los grupos que vienen de fuera). Cualquiera que espere utilizar la agricultura urbana para rehacer un barrio debe ser consciente de cómo su práctica puede reproducir un patrón de empresas y organizaciones sin ánimo de lucro que intentan extraer recursos de un barrio.

Para las personas y organizaciones que buscan tierras agrícolas urbanas asequibles, es de vital importancia comprender que muchas de estas propiedades están situadas en barrios con profundas historias de explotación racial. A su vez, esto está relacionado con la cuestión del control comunitario, y con la importancia de que las organizaciones sin ánimo de lucro de fuera del barrio local estén preparadas para el legítimo escepticismo y la resistencia que encuentran cuando proponen soluciones de tenencia de la tierra para comunidades no blancas e históricamente desfavorecidas/oprimidas, y los aborden de forma constructiva.