La trampa de la propiedad
En muchos casos, la propiedad absoluta puede no ser lo más sensato para los agricultores urbanos. Esto puede resultar sorprendente en una sociedad en la que la propiedad se ha cultivado como el “patrón oro” cuando se trata de tener seguridad y control en una vivienda o parcela de tierra. Pero como muchos propietarios estadounidenses han descubierto desde 2007, una propiedad no siempre vale más que el coste de financiarla: la propiedad puede tener desventajas significativas.
Incluso si un agricultor urbano tratara de comprar una parcela no urbanizada con un precio tan bajo que no fuera necesaria la financiación, seguiría habiendo costes iniciales para asegurar el título y pagar las tasas de transacción. La propiedad directa también podría crear obligaciones fiscales sobre la propiedad, que, como comentamos más adelante, podrían mitigarse mediante el arrendamiento a un fideicomiso de tierras sin ánimo de lucro. Además, están los costes de los servicios municipales, los seguros de responsabilidad civil y la dificultad de vender la propiedad en caso de que quieran dejar de cultivarla.
Sumados, estos costes y responsabilidades podrían convertir la propiedad en una trampa. En lugar de asumir que la propiedad es la regla de oro o algo que siempre hay que evitar, la clave está en determinar el grado de seguridad de la tenencia que mejor se adapte a los objetivos y la experiencia de un cultivador concreto.